sábado, 20 de marzo de 2010

Lucía chantajista: La hija de María

Durante varias semanas, todos los jueves con María terminabamos los masajes de la misma manera. Ella se excitaba solo con el hecho de verme entrar. Era algo que era más fuerte que ella. Me decía que hacia rato no probaba la fogosidad de un pendejo.
Hasta que un día paso algo que me sorprendió. llegue a la tardecita el jueves, y cuando toco el timbre, me abre la puerta una chica, la versión adolescente de María.
Una cara angelical, con unos lindos ojos verdes, de esos que parecen tener una profundidad infinita, tenía puesto un Jumper celeste, una remerita blanca debajo, las medias azules apelotonadas sobre unos náuticos. Lucía tenía 17 años, y estaba terminando el secundario.
Apenas me ve, me dice que su mamá no estaba disponible para los masajes pero que no me preocupara que me iba a pagar igual. A lo que yo le conteste que de ninguna manera (mis encuentros con María ya excedían la cuestión monetaria), que no se preocupara que luego la llamaba y coordinaba para la otra sesión. Cuando me estoy dando vuelta para irme, Lucía que parecía una chica tímida, me tomó de la muñeca y me dio ¡Pará! me dijo mi mamá que podía tomar la sesión de masajes por ella. Había algo en mi que me decía que me tenía que ir igual.
Pero no se por qué, termine accediendo. Entré y ubique mis cosas en el living como era de costumbre. Ella subió a su habitación a cambiarse y mientras subía la escalera le avisó a su madre que yo estaba preparandome.
María bajo las escaleras con cara de preocupación y de consternación. Yo pregunte que pasaba que no quería los masajes, a lo que ella me constestó que estaba pasando por un mal momento y que me tenía que decir algo pero no sabía que era. Y paso a contarme el supuesto "problema": Resulta que un mes atrás, en uno de nuestros jueves fogosos, Lucía volvió temprano del colegio y entró por el garage de la casa, mientras nosotros en el living teniamos una tarde apasionada. La niña al ver la situación se quedó mirando, se sentó en la escalera y vió como su madre gozaba con un chico de casi la misma edad que ella. Lucía le confesó a la madre que la situación le generó sentimientos encontrados. Por un lado, sospechaba que su mamá le era infiel a su papá. Pero por el otro, con 17 años, las hormonas exaltadas y virgen, comenzo a sentir calores, y mientras miraba como yo le daba sexo oral a su madre y María gemía y se masajeaba los pechos, comenzó a sentir cierta humedad en su entrepierna, inconscientemente acariciaba sus muslos, hasta que sintió con sus dedos como se le humedecía la bombachita, y comenzó a masturbarse. Según me contó María consternada. dijo que ese jueves, los tres acabamos al mismo tiempo.
Lucía se había guardado su momento caliente durante tres semanas, hasta que no pudo más y fue a hablar con su madre. La primera frase fue: "Mamá ya estoy grande y quiero coger." A lo que María se vio sorprendida, sabia que su hija se masturbaba a escondidas, de hecho más de una vez la habia descubierto excitada de más en su habitación. En conclusión, María le dijo que era menor, y que le recomendara hacerlo con alguien que amara. Y ahí Lucía saco su carta de chantajista: "Mira mamá, hace un mes que me la vengo bancando, pero yo se que tu masajista, te hace masajes especiales. Y que yo quiero los mismos masajes. Te vi la otra vez y me calenté mal. Quiero que me desvirge tu masajista, sino voy y le cuento todo a papá. A lo que después de pensarlo por un rato, le dijo que estaba bien, pero que ella no estaba de acuerdo. que no valía la pena perder la virginidad así. A Lucía le importó poco.
Mientras María terminaba de explicarme la situación, Lucía comenzó a bajar las escaleras, venia con una bikini negra, muy chiquita, eras perfecta como la madre, pero sin el paso del tiempo.
María la miró y se fue del living. Lucía se me acerca a mi, me abraza por los hombros y me dice: "hace un mes que me haces acabar con mis deditos, ahora quiero sentirte a vos dentro mío", y me beso un poco apresuradamente y exaltada. mientras apoyaba sus pezones que ya estaban duritos en mi pecho. La tome de la cintura, la separé y le dije, pero me dijiste que querías masajes. Lucía me dijo que saltearamos esa parte, se bajo la tanguita de la bikini, se paro en la punta de la camilla, y recostó su torso, con las piernas separadas y una colita perfecta vi como sus dedos se paseaban por su conchita que ya estaba jugosa. Me miro con esos lindos ojos verdes y me dijo: ¿Te gusta? Cogeme. Eso me excito mucho, mi pene se puso duro como una roca. Y lo que quizás todos creyeron que iba a ser una sesion extensa de sexo, la penetre en ese momento, y ella gozo y tuvo varios orgasmos hasta que yo acabara. Lo que si fue mas extraño, es que esta vez sentada en la escalera estaba María, que preocupada por su hija quería ver que yo la tratara bien. Y mirando por encima de mi hombro, me di cuenta que con 16 años más que su hija, ella también se masturbó y gozo viendo como yo cogía.
Es claro que a Lucía no le alcanzó que la desvirgara. Después tuvimos otros encuentros. Pero serán motivos de otras charlas. Ahora sí, la fogosidad de María, se quedo atrás años después cuando su hija demostró tener una lujuria experimental única.

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